Esta semana dos campos de fútbol de segunda división han dado una mala imagen, y la culpa no está en los miles de aficionados que van al estadio, sino de los cuatro impresentables de turno que no saben comportarse, que lo único que buscan es pasar «un buen rato» y alguno de ellos va con algo de alcohol en el cuerpo.
En dos encuentros el árbitro ha escrito en sus actas que ha habido algún incidente, el primero de ellos fue el sábado en La Rosaleda, ya que alguien lanzó desde detrás del banquillo una botella a Lillo, con la mala suerte que le golpeó, pero la buena que no le pasó nada, pero de todas formas el estadio del Málaga se vio manchado por este incidente, que puede ocasionarle un cierre y una multa, y por el otro lado tenemos el Nuevo Arcángel, el estadio del Córdoba, que por desgracia no es la primera vez que se detiene un partido, en esta ocasión el linier recibió un botellazo y el encuentro estuvo nueve minutos parados.
Sigo sin entender que consiguen con esos lanzamientos estos animales, porque lo único que hacen es perjudicar a su equipo y sus «compañeros», aficionados que comparten el mismo sentimiento, ya que si cierran el estadio tienen que viajar a otra ciudad para animar a su equipo, en definitiva una vergüenza.