Nuestro amigo Vanenburg nos ofrece la visión sobre el Celta de Vigo y su temporada que no ha sido para recordar.
Así ha sido la temporada del Celta, un quiero y no puedo y cuando puedo no sé cómo hacerlo, para finalmente sólo querer salvar la categoría y gracias.
Durante la temporada ha habido más nubes que claros; para empezar y acabar, la indefinición y oscurantismo de la directiva en sus decisiones, hasta desembocar en la no renovación de Eusebio y de Noguerol, cuando pocas semanas antes –ni siquiera meses- eran un referente para la plantilla, el central gallego, y la piedra angular de un proyecto a la inglesa, el entrenador de La Seca. Además, desde los dueños del equipo, se sigue vendiendo la propuesta de luchar por el ascenso en el futuro, cuando constantemente se habla de la obligación vender jugadores (los referentes), los fichajes que se barajan en los medios de comunicación no le dicen nada a la afición y se espera que el peso del equipo recaiga en la cantera –o no, vete tú a saber qué ocurrirá.
A la hora de analizar los resultados y el juego del equipo se produce una curiosa oposición; mientras los resultados han sido claramente decepcionantes, el juego del equipo, por momentos, ha sido, cuando menos, esperanzador porque se proponía un estilo de toque, rápido y dinámico al que sólo le faltó definición. Quizá con un delantero más atinado que los que han jugado podríamos estar hablando de otra cosa, quién sabe…
Cuando los resultados no acompañaron, Eusebio dudó, varió el estilo de juego, confió más en los jugadores veteranos –tomando una serie de decisiones discutibles como contar menos con Aspas o que Túñez desapareciera de las alineaciones después de un error defensivo-, e incluso su puesto estuvo seriamente discutido en tres partidos a lo largo de la temporada que, sólo un resultado positivo, salvó in extremis.